Primero fue la Responsabilidad Social Corporativa. Comenzó como una novedad, se generalizó y ahora lo extraño es que una compañía no contemple en su organigrama con un responsable -cuando no todo un área- dedicado a la gestión de la RSC de su empresa. Sin embargo, ahora se está yendo más allá; en una época en la que el posicionamiento público es cada vez más evidente, las grandes compañías no pueden quedarse al margen.

Comienza a verse como algo normal el posicionamiento público de grandes empresas en asuntos de calado nacional e internacional. Desde compañías de transporte que hacen pública su oposición a que los gobiernos utilicen sus servicios en procesos de deportación a otras que manifiestan claramente su apoyo a determinadas decisiones políticas.

La gestión de marca y la reputación van de la mano, pero ya no se trata de prevenir posibles crisis de forma proactiva, sino de posicionarse claramente en según qué cuestiones para afianzar los principios de la marca. En este sentido, se está empezando a popularizar la figura del activism manager, un puesto dedicado precisamente al afianzamiento de esos principios mediante la toma de posición pública en determinados momentos.

La estadounidense Ben & Jerry’s es una de las compañías pioneras en la implementación de este puesto en su organigrama. A la postre, se trata de establecer la agenda política de la empresa, algo que las grandes empresas han estado haciendo durante mucho tiempo pero de forma menos evidente. Una vez más, se trata de tomar la delantera, de evitar tener que llevar a cabo una actuación reactiva y conseguir que la empresa afiance su propia identidad de marca precisamente a partir de los posicionamientos que adopte públicamente. Un trabajo que supera a los departamentos de comunicación y marketing por su carácter transversal.