El próximo 26 de abril comienza la 8ª edición del Postgrado de Inteligencia Económica y Seguridad (PIES) organizado por MAS Consulting y la Universidad Pontifica Comillas ICAI-ICADE. Una de las características de este postgrado es la alta calidad profesional de los ponentes que participan. Entre ellos se cuenta Eva Moya, analista de Inteligencia Económica especializada en el campo de las redes sociales, es una de ellas. En esta entrevista aborda la delicada relación existente entre las redes sociales y la desinformación.

¿Qué papel juegan las redes sociales respecto a la desinformación que acecha a la sociedad hoy día?

Las redes sociales son el canal, el vehículo que permite que las campañas de propaganda, desinformación y manipulación de la opinión pública impacten directamente sobre los ciudadanos-objetivo. El éxito de penetración en la sociedad por parte de estos gigantes tecnológicos demuestra la facilidad con la que cualquiera puede hacer llegar sus ideas a los ciudadanos. Las audiencias de estos canales están siempre abiertas a consumir productos informativos, especialmente si son muy atractivos, como por ejemplo vídeos sorprendentes, memes de humor, infografías muy descriptivas, mensajes que alertan sobre supuestas injusticias, etcétera.

Desde el nacimiento de las redes sociales, gobiernos, empresas y organizaciones han estado realizando pruebas y estudios sobre su impacto en la sociedad. Se ha demostrado que ese impacto es más elevado cuando se utilizan técnicas propias del marketing y publicidad actuales basadas en generar emociones diversas sobre la audiencia. Cuanto más extremas sean esas emociones, más fácil será movilizar a los ciudadanos en una toma de decisiones que sirva a los propósitos de quienes han elaborado la campaña de manipulación. Es decir, el objetivo es emocionar, y para conseguirlo no importa si la información es veraz o no. Una buena campaña de fake news, será una herramienta táctica fabulosa si logra emocionar.

De momento, las redes sociales continúan siendo plataformas con un alto grado de credibilidad ante sus usuarios. Sin duda, mucho mayor que la credibilidad de los medios tradicionales, que desde hace años despiertan suspicacias respecto a sus líneas editoriales más o menos afines a diferentes ideologías o grupos de poder. Las redes sociales introdujeron el concepto de la democratización de la comunicación, por la cual cualquier ciudadano tiene derecho a informar. La inocencia inicial en el uso ha creado una inercia de las redes de confianza a través de la cual otorgamos mayor credibilidad a la información si la comparten con nosotros nuestro entorno cercano o perfiles que se «han ganado nuestra confianza». Estos perfiles se construyen utilizando técnicas propias de los resultados de los estudios sociológicos y del marketing, de manera que se cierra el círculo de confianza que continua facilitando que las campañas de desinformación sigan teniendo un gran éxito.

Por otro lado, la necesidad de monetización que tienen estas plataformas les empuja a capturar cada vez más datos para vender perfilados sociodemográficos y de estilo de vida más elaborados de cada usuario. Ésto permite utilizar también la parte más marketiniana de las redes sociales, utilizando las áreas de publicidad para potenciar la desinformación. Prueba de ello es que la campaña de desinformación contra la señora Hilary Clinton y la supuesta red de pederastia que se ocultaba bajo una pizzería se difundió, no sólo en los timeline de los usuarios, sino que también se distribuyó a través de la compra de espacios publicitarios de Facebook dirigidos a los perfiles que se consideraban sensibles a creerse el montaje.

¿Viven las democracias actuales bajo la amenaza de ciberataques y la manipulación de voluntades? ¿Es la ciberseguridad una herramienta fundamental para proteger las democracias occidentales?

Los avances en el estudio de la neurobiología de las emociones, junto a las nuevas técnicas de estudio de la sociedad por parte de los psicólogos sociales, unido todo ello a su vez con al avance y rapidez en la adopción de nuevas tecnologías han llevado a acuñar la expresión «hackear mentes». Esta expresión contiene de forma implícita los procesos propios que se desarrollan por parte del cibercrimen o en relación con la ciberguerra contra diversas infraestructuras y activos para extrapolarlos, considerando que el cerebro pudiera ser visto como el activo más relevante con la infraestructura más compleja.

Desde este punto de vista, la amenaza viene de la mano de la capacidad que tenga la tecnología para recopilar información sobre nosotros como individuos y como sociedad. Hasta hace poco esa información la aportábamos voluntariamente a través de los perfiles de las redes sociales. Sin embargo, hoy día, nos acercamos a unos límites muy peligrosos, como prueban los últimos escándalos que demuestran la posibilidad de los móviles utilicen los micrófonos para rastrear nuestras conversaciones y, en función de ellas, seleccionar la publicidad más adecuada.

Si bien es cierto que estos casos tienen una orientación marketiniana, una vez abierta la puerta, las nuevas técnicas que van apareciendo puede ser utilizada por cualquier organización o gobierno con intereses de todo tipo, entre ellos, manipular nuestras democracias volviéndolas más débiles, provocando tensiones y caos para bloquear avances y distraer atenciones, etcétera. Basta con que una parte de la población se vea afectada por dicha manipulación para desestabilizar todo el sistema. De ahí la relevancia de empezar a regular hasta dónde permitimos que pueda llegar la tecnología.

La ciberseguridad, tanto a nivel de cultura de la seguridad como a nivel de desarrollos tecnológicos, es imprescindible hoy día en todas las capas de la sociedad. Desde el individuo que debe aprender a proteger su vida privada o los niños y adolescentes a los que debemos educar para ser más precavidos, hasta las grandes corporaciones y gobiernos que manejan información sensible tanto de sus organizaciones como de los empleados que trabajan para ellas. Hoy por hoy, la ciberseguridad ya es una cuestión de Estado y no sólo de las áreas de seguridad.

¿Cree que el auge de la demanda de puestos laborales de Inteligencia Económica es debido a que las empresas la reconocen como clave para evitar daños reputacionales?

Sí, y no sólo reputacionales. Los métodos y técnicas de Inteligencia Económica permiten a las organizaciones detectar rápidamente movimientos globales que puedan afectar al sector y región donde se opera.

Es conocida toda la potencia en relación a la Inteligencia Competitiva, que facilita análisis muy profundos sobre la competencia, adelantando así argumentarios de venta, adquisiciones, contratos con proveedores o clientes, estrategias accionariales, futuras inversiones, etcétera. Pero, además, la Inteligencia Económica permite también hacer prospectiva respecto a las estrategias de actores relevantes a nivel mundial como puede ser China, analizando y alertando sobre cómo pueden afectar finalmente sus decisiones a nuestras operaciones. Por otro lado, los análisis geopolíticos pueden ser interpretados en clave financiera, dando a conocer futuras amenazas u oportunidades para la supervivencia del negocio.

Un ámbito que cada vez adquiere mayor relevancia está en relación a la Diplomacia Empresarial y la Responsabilidad Social Corporativa. Desde este punto de vista, por ejemplo, las unidades de Inteligencia Económica pueden monitorizar y analizar todos los stakeholders que afectan a las corporaciones, identificando sus necesidades y facilitando futuras negociaciones.

Por supuesto, también apoyan a los departamentos de marketing, a los que pueden ayudar a tomar perspectiva no sólo desde el punto de vista del mercado y la sociedad, sino desde otros puntos de vista que complementen sus análisis de mercado para asegurar el éxito de los productos o servicios.

Y como estos ejemplos existen otros muchos que van a profesionalizar todavía más el diseño de estrategias y toma de decisiones que permitan adaptarse al contexto tan dinámico y complejo en el que deben vivir las empresas de hoy en día.

En definitiva, las organizaciones que incorporan estos métodos y técnicas se vuelven más competitivas y mejoran la probabilidad de supervivencia.

Las redes sociales, ¿favorecen o perjudican la labor del analista de Inteligencia Económica?

La información nunca perjudica a un analista. Así pues, la existencia de las redes sociales y el hecho de que las sociedades las utilicen de forma intensiva, nos permite a los analistas acudir a nuevas fuentes de información que nutren los informes. Además, en el caso de las redes sociales, la información es «la información de la calle» con lo que podemos tomar el pulso más o menos real al ciudadano de a pie. Por supuesto, también nos permite identificar las operaciones de otros -gobiernos u organizaciones- y sus intentos de manipular la opinión pública, por lo que dichas campañas son muy jugosas para interpretar estrategias y objetivos.

Las redes sociales nos permiten analizar los actores determinantes de una situación, así como las relaciones entre ellos y sus estrategias, a través de la comunicación y los mensajes que utilizan.

Dé tres razones por los que cualquier interesado en los temas que comentamos debería cursar el Postgrado de Inteligencia Económica.

El Postgrado de Inteligencia Económica aporta tres aspectos clave que, desde mi punto de vista, lo hacen único:

1. La visión de la Inteligencia Económica desde la alta dirección y mandos intermedios. El postgrado desarrolla un alto componente en estrategia, dotando además de los contenidos y mecanismos necesarios para argumentar la utilidad dentro de sus organizaciones, si se desea liderar este movimiento.

2. Los contenidos son multidisciplinares. Esto permite aprender diversas técnicas de análisis e investigación que pueden ser incorporadas en el día a día. Por otro lado, sirve también de inspiración sobre todas las capacidades que pueden llegar a desarrollarse, de manera que el alumno configure su propio kit de técnicas y herramientas adaptadas a las necesidades de su organización.

3. Por último, otro de los mayores valores del postgrado es el networking que incentiva el intercambio de experiencias, ideas y problemáticas que pueden ser resueltas desde múltiples puntos de vista. Networking que sigue presente más allá de la propia dinámica del curso, para que los alumnos y ex alumnos puedan continuar creciendo y desarrollando nuevas redes de confianza.