Tras las elecciones de medio término del pasado 4 de noviembre, el Partido Republicano recupera la mayoría en el Senado de Estados Unidos tras perderla en las elecciones de 2007. A partir de enero, con la apertura de las sesiones del 114º Congreso de Estados Unidos, y a falta de concretar resultados en Virginia y Alaska, 52 escaños estarán ocupado por senadores republicanos y 45 por demócratas.

Con alguna sorpresa (Iowa) y algunos errores en las previsiones de muchas encuestas (Kansas), el Grand Old Party (GOP):

  • Ha ganado 7 escaños que hasta ahora estaban en poder de los demócratas: Arkansas, Colorado, Iowa, Montana, Carolina del Norte, Dakota del Sur y Virginia Occidental.
    aa
  • Ha mantenido 15: Alabama, Georgia, Idaho, Kansas, Kentucky, Maine, Mississippi, Nebraska, los dos que se disputaban en Oklahoma, los do en juego en Carolina del Sur, Tennessee, Texas y Wyoming.
    ad
  • Y queda a la espera de una posible victoria en Louisiana (que celebrará una segunda vuelta el 6 de diciembre ya que ninguno de los candidatos logró el 50% de los votos).

Por su parte los demócratas han mantenido 11 de sus senadores en juego, representantes de Delaware, Hawaii, Illinois, Massachusetts Michigan, Minnesta, New Hampshire, New Jersey, Nuevo México, Oregon y Rhode Island, y queda a la espera de una posible victoria en Virginia donde los resultados están muy ajustados pero está por delante el candidato demócrata.

¿Qué suponen esos resultados de cara a los próximos dos años antes de las presidenciales de 2016?

Por un lado, se espera que los republicanos hagan un buen uso de su mayoría en ambas cámaras del Congreso y bloqueen, o al menos dificulten, la tarea del presidente Barack Obama para sacar adelante algunas reformas que todavía no han visto la luz. Entre las más importantes están la Reforma Migratoria, la subida del salario mínimo, la aplicación total de la Reforma Sanitaria, la posición de EEUU en el panorama internacional o el nombramiento de decenas de cargos diplomáticos y ejecutivos que ahora mismo se encuentran en stand-by, el más urgente el reemplazo de Eric Holder como Fiscal General de Estado.

Sin embargo, muchos analistas apuestan por una actitud más colaborativa de los republicanos en el Senado y en la Cámara de Representantes, teniendo en cuenta que en dos años se elige un nuevo Presidente y el GOP tiene grandes aspiraciones para recuperar la Casa Blanca. Una idea que la persona que parte como favorita para convertirse en el líder de la mayoría, el senador por Kentucky Mitch McConnell, ya adelantó en su discurso de victoria durante la noche electoral: «El hecho de que tenemos un sistema de dos partidos no significa que tengamos que estar en perpetuo conflicto«.

Para ello, el propio Partido Republicano se enfrenta a un reto interno: decidirse si seguir la línea de los moderados, que quieren demostrar que son capaces de gobernar, o la de los representantes del Tea Party, que prefieren aprovechar la mayoría para cumplir con sus ambiciones políticas, muchas de ellas contrarias o más radicalizadas que la de sus compañeros de partido.

Otra de las cuestiones que los republicanos no deben perder de vista de cara a 2016 es un nuevo electorado formado por más minorías, la más importante de ellas la hispana, entre las que los republicanos no tienen un gran apoyo. La primera reacción ante ellos y sus intereses se podrá ver, previsiblemente, en los próximos meses cuando se debata de nuevo la Reforma Migratoria o cuando Obama cumpla su promesa de tomar la iniciativa y hacer uso de sus poderes ejecutivos para sacar adelante sus propuestas.