El día 23 de noviembre se cumplen 50 años del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, uno de los días más trágicos en la historia de los Estados Unidos hasta el 11 de septiembre. Y ese día de 1963 comenzaba a tomar forma un mito que él mismo había iniciado tres años antes mediante la creación de una poderosa imagen que todavía sigue creciendo hoy en día.

John Fitzgerald Kennedy es uno de los personajes más complejos de la historia reciente. The New Frontier, su programa político, incluía importantes medidas progresistas como una reforma migratoria, la extensión de las políticas sociales, el estímulo de la economía  y, sobre todo, acabar con la segregación y extender los derechos civiles. Sin embargo, pocas de ellas consiguieron pasar por un Congreso hostil durante su administración. También autorizó el fracaso de Bahía de Cochinos y entre sus logros políticos, destacan el Programa Apolo y el Cuerpo de Paz.

Por lo conseguido y por lo que no, Kennedy es considerado como uno de los grandes líderes de la historia mundial y uno de los presidentes más populares de la historia de los Estados Unidos.

Kennedy fue capaz de crear una imagen tan poderosa a través de sus discursos, estilo, comunicación y apariciones públicas que revolucionó totalmente la forma de hacer política. El 35º Presidente de Estados Unidos fue capaz de transformar las reglas del juego y los códigos de comunicación en una sociedad en plena transformación gracias a la que muchos consideran la primera campaña electoral moderna. Kennedy se convirtió en el símbolo del cambio de los tiempos que bullía en la sociedad estadounidense.

A pesar de imponerse a Nixon por tan sólo 112.000 votos, Kennedy pasó a representar la modernidad, la nueva forma de entender la vida y los nuevos valores de la sociedad americana “que recogía la antorcha” de la generación anterior. Él era la juventud, aunque Richard Nixon sólo era cuatro años más mayor. JFK revivió el sueño americano, esa  concepción de América como un país de promesas donde todos los hombres eran iguales mediante un mensaje claro basado en tres valores: optimismo, esfuerzo y felicidad. Para ello, junto a sus discursos, los Kennedy hicieron un hábil uso de la comunicación a través de la prensa de tal modo que cada publicación y aparición enviaban ese mensaje. La familia presidencial, donde destacaba Jacqueline Kennedy, con su estilismo y su glamour, representaba a la perfección esos valores.

Los Kennedy supieron manejar perfectamente su imagen. Una prueba reveladora es que JFK era en una persona enferma desde su niñez que tenía que medicarse diariamente para tratar dolores crónicos. En cambio, públicamente era la viva imagen del optimismo más enérgico. Una imagen que no ha sido dañada ni siquiera por los escándalos sexuales que acompañaron a su figura.

Un elemento determinante en la transformación de su imagen en un poderoso mito fue su trágica muerte tras sólo 1.022 días en el cargo. Kennedy vivió una vida llena de éxitos y promesas que inspiraron a toda la nación, pero fue demasiado corta para poder llevarlas a cabo a lo que se une el misterio que sigue rodeando su muerte. Las fuentes oficiales, la Comisión Warren, determinaron que Lee Harvey Oswald actuó sólo, sin embargo, según la encuesta de AP-GFK, en abril de 2013 el 60% de los estadounidenses no creían esta versión, incluyendo al Secretario de Estado John Kerry. A ello, se suma otro importante elemento que ha contribuido a la creación del mito. Su prematura muerte hizo que la imagen del presidente que ha quedado en el imaginario público sea la de un hombre joven y vital.

John Fitzgerald Kennedy construyó sobre sí mismo una imagen de éxito, optimismo y esfuerzo rodeada de glamour y misterio. Elementos poderosos que acompañan la percepción de un hombre carismático y extremadamente complejo. No en vano, como señala Jill Abramson en The New York Times, durante los últimos 50 años se han escrito 40.000 libros sobre Kennedy pero ninguno es capar de atrapar toda figura y responder la pregunta que permanece abierta: ¿qué hubiera hecho en un segundo mandato?