Ignacio Peyró publicaba el pasado 11 de abril en la revista Época un resumen del estado de la cuestión del lobbying en España: Lobbies con luz y taquígrafos. Reproducimos fragmentos de su artículo, para el que contó con la opinión de Daniel Ureña.

«La ciencia política aporta pocas palabas nuevas a nuestro vocabulario, pero sin duda alguna lobby es el término de moda. No por estar en boca de todos, sin embargo, ha conocido mayor suerte: todavía hoy, después de haber dado el salto desde los parlamentos a la calle, la palabra lobby parece tener resonancias oscuras y remitirnos a la zona en sombra del poder

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«Así, las grandes empresas con suficiente capacidad económica, hacen esa presión con sus propios departamentos de asesoría jurídica y comunicación. También, con frecuencia, empresas de un mismo sector constituyen un lobby unitario en defensa de sus intereses comunes, de igual modo que otras empresas encargan servicios de lobby a intermediarios, sean firmas de relaciones institucionales, consultorías políticas o despachos de abogados

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«Ciertamente, en España ha habido intentos de regular esta actividad de influencia en la legislación ya desde antiguo: en 1990, 1993 y 2008 se registraron en el Congreso proposiciones en este sentido, a cargo de diputados de corte ideológico muy distinto, a saber, de CDS, PP e IU, siendo este último grupo el que actualmente más insiste en la necesidad de regulación. Hoy son los propios lobbistas profesionales los que buscan un marco regulatorio que normalice su actividad e imponga mayor transparencia.

Según Daniel Ureña, directivo de MAS Consulting y asesor político con experiencia internacional, «ha de haber unas reglas del juego, para que la opinión pública no mire con sospecha esta actividad y así los lobbies dejen de ser los ‘malos de la película’.»